No es un ombú, ese ese ombú[1], son todos los ombúes.
El sueño se convertirá en barro es una investigación artística en la que Estefanía Santiago involucra una multiplicidad de complicidades y memorias.
La reiteración del traslado y desplazamiento forzado de un pueblo llamado Mandisoví (luego Federación) en Argentina motiva la búsqueda de un punto de orígen que en esta historia en particular toma la forma de un ombú. La necesidad de esa búsqueda se volvió a despertar en la artista en un momento de encierro obligatorio- el del confinamiento a causa de la pandemia del Covid-19 en el 2020; como si ese estatismo hubiera provocado la vibración y consecuente reactivación de otras memorias no resueltas y en estado de latencia.
Estefanía condensó esa investigación en un libro que podremos leer en su totalidad en unos meses. Pero antes, la artista ha generado varios momentos de acercamiento a esos textos y podríamos decir que hasta nos ha permitido intervenir en el proceso de edición. Primero, a partir de una exposición en el espacio Alimentación 30 (Madrid) en el que presentó una suerte de índice de los elementos que encontró durante la búsqueda de ese ombú. Y, alrededor de esa exposición, a través de una serie de acciones en el espacio público, en Lavapiés, que incluyeron la lectura de algunos fragmentos del libro. En la presente intervención en La Parcería, nos propone nuevamente una lectura en conjunto-quizás ahora una lectura interna, silenciosa- y nos comparte más pistas y hallazgos de una búsqueda que no puede terminar. Por esto, más que hacer presente a ese ombú, Estefanía lo delinea, ella dice que lo invoca.
Invocar significa llamar a un poder superior para pedir protección. Pero, ¿de qué nos protege ese ombú que marcaba la localización original de Mandisoví?, ¿de qué busca protegerse Estefanía?, ¿del olvido, del desarraigo?
La búsqueda del ombú de Mandisoví esboza la complejidad de la conformación de los Estados Nación del territorio sudamericano. Es una invocación en contra del olvido de ese pasado, por supuesto, pero también es un señalamiento de las tensiones que continúan vigentes allí. Tensiones y amenazas en contra de la vida que fueron tomando otras formas, ya no son solo los procesos de evangelización o “reducción”, o las guerras civiles o con los países vecinos. Quizás la invocación de ese ombú, ausente, es también un deseo de protección de la tierra -fumigada- que aún permanece, y de sus habitantes en convivencia con modelos productivos y políticas de Estado extractivistas.
Y accedemos a este relato a partir de la escritura de Estefanía que nos rodea y que contiene un espacio con objetos difusos y en el que reverbera la estridulación de unas chicharras, que anuncian lluvia o probablemente suplican por ella.
La escritura de Estefanía es una escritura enraizada; para quienes conocemos esas tierras, nos lleva a esa parte específica de la mesopotamia argentina que se acaricia con Uruguay, de esa zona en la que se pierde la noción de estar de un lado o del otro. Una escritura que deja mucho espacio a quienes leemos. Que no entiende de barrocos o minimalismos, sino que es austera y precisa. Que genera confianza, pues no busca convencer de nada.
Daniela Ruiz Moreno
[1] El título toma la forma del libro No es un río de la autora Selva Almada (Entre Ríos, Argentina), libro que Estefanía me regaló.
